Por Óscar Gómez
“El
Toqui, el Toqui, clama la conmovida casta.
Anduvo,
anduvo, anduvo. La aurora dijo:“Basta”,
e
irguióse la alta frente del gran Caupolicán.
Rubén
Darío
Éste
soneto de Rubén Darío encierra la historia de la conquista de Chile, y en
algunos casos no se aleja de la masacre que vivieron muchos aborígenes de
América Latina1. Es
la historia de los Mapuches o araucanos (como le llamaban los españoles a ésta
tribu de Chile). En éste se describe los hechos más importantes.
Los Mapuches tenían que hacer algo para poder
defender a su pueblo y detener a los invasores. Cuenta Alonso de Arcilla 2,
que después de la resistencia de Galvarino, los Mapuches planearon su venganza
en una reunión de caciques y eligieron a Caupolicán por ser el hombre más
fuerte. El concurso consistía en cargar un tronco de árbol de mucho peso. Aquél
que soportara más tiempo con éste tronco en los hombros sería el ganador, en
otras palabras, el líder de la tribu.
Caupolicán
fue traicionado por uno de sus compañeros y torturado a muerte por los
españoles. Hoy es recordado y valorado por su pueblo y es símbolo de fortaleza
para muchas personas. Es por esto, que Darío rescata desde su origen al héroe
que representa la resistencia araucana, es más que todo un tributo a la América
primitiva, al araucano silvestre y autóctono en manos de la sutileza que sólo
éste artista puede dar. En el poema destacan las referencias clásicas, tomadas
y traídas a la moda por el conocido “Modernismo”; un movimiento cultural en que
Darío está inmerso3.
Darío
nos deja un gran mensaje en el que todos podemos ser los protagonistas. Por
ejemplo, nos vemos reflejados cuando enfrentamos los problemas y triunfamos.
También es sinónimo de la mujer valiente que no tiene miedo de enfrentarse a
los problemas sociales.
Un
símbolo del poema es el tronco; que se asimila al poder y a los problemas que
cargamos. En éste sentido se asemeja a uno de los planteamientos de Marx,
cuando consideraba que la cultura no era algo independiente, sino algo
inseparable de las condiciones históricas, en las que, determinadas por una
ideología dominante los seres humanos desarrollan su vida social. Desde mi
punto de vista se refiere al sometimiento social, a la ley imponente, al
opresor, a la injusticia, en fin a las diversas cosas que de alguna y otra
manera nos agobian y nos envuelven en su propio núcleo, y así adoptamos un
modelo de vida propio, de acuerdo a nuestros propios intereses, pero desconforme
del sistema dominante.
La
obra de Rubén Darío “refleja” una echo real de nuestra historia, no sólo
relacionada con el entorno superficial, sino que también con la naturaleza
humana. George Lucaks (Die theorie de
Romans, 1920), en su teoría del reflejo, desde el punto de vista de la
Hermenéutica de H.G. Gadamer (1960), dice que todo proceso de conocimiento y
comprensión es el resultado de una interacción con discursos y hechos del
pasado histórico, esto quiere decir que toda lectura supone siempre algún diálogo
con la tradición (estética de la recepción). Esta teoría va dirigida al sentido
que le damos al texto, en este caso a la obra literaria, ya que el resultado
siempre dependerá del contexto y las circunstancias en que se situé la
intención del lector.
Por
otra parte si nos enfocamos en el sentido del poema y nos introducimos en la
historia, a la verdadera historia, en aquel momento, destacaríamos el motivo y
el coraje que tuvo Caupolicán para pelear por su pueblo. Y esto lo
interpretamos quizás como el valor en manos de la razón como diría Heidegger, o
tomado desde el punto de vista actual, tal vez cada uno se sentiría
identificado con el poema, es por esto que Darío pone de manifiesto las
características de Caupolicán como héroe y único ser capaz de representar y
asumir el problema que estaba viviendo su pueblo bajo la amenaza española, lo
plasma en su poema como algo que sobrepasa en cierto sentido a la historia,
permanece en el tiempo y en el recuerdo de los que se identifican con el texto.
Darío
categoriza a Caupolicán, lo sitúa en el plano de un ser natural, un ser
histórico, alguien existencial cuando se trata de compararlo o caracterizarlo
como algo extraordinario (Heidegger)4. Un algo que existió y
existirá siempre, que no es invención, sino un hecho concreto. Como diría
Heidegger, es algo referente a la presencia plena, el hecho mismo de estar ahí (haber
estado ahí), lo vivido. Tiene que ver con ese algo único y todos tenemos una
forma diferente que nos separa del resto (esencia), la identidad, que es algo
que no se puede cambiar. Ese algo que sobrepasa nuestra experiencia personal,
pero sin embargo nos identifica. Es estar familiarizado con todo aquello que
nos pasa, lo que nos rodea, las situaciones, etc. ( ser- en, Heidegger), pero
hay algo cotidiano en todo esto que nos une y nos familiariza con los demás y
en donde perdemos la capacidad de ser únicos.
Todo
lenguaje poético, tanto en este sentido amplio como en el más estricto de lo
poético, es en el fondo un pensar. La existencia poética del pensar guarda el
reino de la verdad del ser. Heidegger.
Quizás
podríamos comparar ésta frase de Heidegger con Rubén Darío, cuya poesía forma
perfectamente todas las características del Modernismo. En su formalidad y
ritmo, en todos sus temas tratados y también en lo exótico y mitológico de
Caupolicán, integrado en su mundo interior arrebatado y desgarrado. Poesía que
llama la atención por la versalidad frívola, intrascendente, patriótica, grave
y angustiada que sólo Darío podía crear. Fue el fundador del modernismo y lo
peculiar de este movimiento, es que se dio solamente en América Latina. Para
saber la realidad que está presente en todos los andares de ahora, y entender
lo que somos, de donde venimos, qué podemos ser y adónde vamos. Conocer nuestro
mundo en donde abundan desde hace siglos extraños poderosos e inocentes
sometidos jugando a villanos incomprendidos, héroes de alguna forma, la clase
de héroe que queremos y que nos ocultan las identidades sospechosas.
A
sí lo reconocen los documentos históricos, como decía anteriormente, nos llaman
“países en vías de desarrollo”, pero un desarrollo de su propia destrucción, ya
que cada día son creadores de miedos y pobreza, las personas al servicio de las
cosas, y no al revés como podría ser.
Como
siempre, sin embargo, los ajenos se adueñan de lo ajeno, consumen nuestras
riquezas, empobrecen nuestra pobreza, y el resultado nos hace preguntarnos,
quién es el dueño de nuestro estado. Todo este proceso termina sumergido en el
chantaje de nuestro amigo forastero, los supuestos mercaderes y algunos
infortunados ignorantes compatriotas.
Frágil
es nuestra delgada franja de tierra, que aún llora su pérdida, y aún sigue
luchando desde sus entrañas en vísperas de alcanzar el paraíso perdido que
alguna vez fue para Ercilla y tantos
otros. Estamos sumidos en días grises y malas noticias. Asesinatos, destierros,
convertidos en una película cotidiana, algo que queda archivado en los
corazones de aquellos que soportaron el dolor y coraje de Caupolicán, hasta
nuestros días.
Aunque
sonrían los grandes personajes, reyes y emperadores, igual se engaña a la
gente. Es la bendita organización en retroceso, cuando crece la historia, se
sacrifica con bienes y ganancias de otras y se desarrolla la injusticia social.
A lo largo de nuestro proceso histórico, los dueños del poder nos regalaron
sobras de todo, falta de imaginación cultural y virtud propia en idear técnicas
de exterminio de esos pobres habitantes y su vasta trayectoria. Como si no
bastara con sus brutalidades nos regalaron también, pestes y enfermedades y
todo eso convirtió a nuestro ser interior en su principal enemigo. Hasta ahora
nuestra ira e impotencia se esconde en nuestra apariencia, así vivimos en un
disfraz represivo en el que solo cabe respirar, porque todo lo que parece
exigir un bien, se vuelve en algo parecido al delito.
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1 Miguel León- Portilla; El reverso de la
Conquista. Relaciones Aztecas, Mayas e Incas, México, 1964.
2 La araucana, estudio preliminar y
edición de Isaías Lemer.
3 www.lospoetas.cl
4 Ser y tiempo de Heidegger- Universidad
industrial de Santander (2011).