Por Francisco Jiménez
Lizana
La locura no se puede
encontrar en estado salvaje. La locura no existe sino en una sociedad, ella no
existe por fuera de las formas de la sensibilidad que la aíslan y de las formas
de repulsión que la excluyen o la capturan.
Michael Foucault
A lo largo de la historia de la humanidad se han
presentado innumerables casos de demencias ya no individuales sino que
sociales, la mayor de ellas es pensar que las enfermedades tienen su cuna en
los más desposeídos, se cree que ellos las provocan (los iletrados, incultos,
quienes no leen), mientras que los más pudientes (cultos, escritores, eruditos)
son los médicos que tratan de darle solución o aislarlas con antibióticos
dentro de quienes las portan. Sin embargo, la enfermedad más letal de todas la
llevamos con nosotros desde que nacemos: el lenguaje, que muchas se puede
volver en contra de la misma persona que lo ocupa a su favor como le sucedió al
médico Andréi Efímich de El pabellón número
seis de Chejov.
Según la lingüística y otras
ciencias, el lenguaje es el arma más poderosa que tiene el hombre y es el que
forma en el hombre una mente roída por los propios pensamientos del mundo.
Según Chomsky la facultad que tiene cada ser humano para formar mensajes es
innata, pero ese mensaje ¿es un aliciente a la demencia o nos libera de la
esclavitud de ella misma? Hay un caso en la obra de Chejov perteneciente a
Dmítrich Grómov que es una especie de loco cuerdo que vaga entre lo absurdo y
rea, lo que provoca una lucha interna contra él mismo y sus pensamientos y
acciones; es un tipo de loco cuya patología se remite a poseer una licencia de
mente de hombre sano. En este caso, surge la dualidad del animal versus el
hombre, la primera es el hombre con características de demencia mental y la
segunda es demencia mental con características de animal, es decir, el hombre
es un simple animal que razona por medio de esta enfermedad colectiva: el
lenguaje.
El lenguaje debería ser un elemento
que nos haga más personas, más humanos, a pesar de no cumplirse ello, nos
somete a un estado de deshumanización, nos encarcela en nuestra propia
libertad. Siguiendo el hilo del lenguaje, el pensamiento de los literatos es el
medicamento que nos hace falta para volver en sí, es un tipo de medicina
extraída de la propia enfermedad, no en vano se dice que la cura de las
enfermedades está en ellas mismas. El caso más excepcional es el del propio
doctor Efímich, el cual al estar rodeado de tanta locura, termina siendo un
paciente más del hospital psiquiátrico, quedando en claro que nadie está
completamente sano; estamos todos propensos a adquirir una enfermedad, sin
dejar de lado las que llevamos a cuestas sin saberlo. Aquel literato que
pretende plasmar sus palabras se convierte en el loco de atar, que sin duda alguna es el loco más cuerdo de
todos.
La creación de relatos, novelas o un
simple escrito es una forma de buscar la realidad dentro de toda esta locura social,
es la vuelta a la cordura, cordura que se puede plasmar en un salón de clases,
donde el profesor es el médico Efímich tratante y los alumnos Grómov, Nikita o
Averianich como aquellos locos que desean beber de esta locura que da de tomar
el mismo profesor. Según Sigmund Freud la locura pertenece al destino mismo del
hombre y ella es fruto de las vacilaciones de esta y agregar que para él la
mayor histeria lograda es la literatura, siendo un ejemplo claro de ello
Dostoievski y su histeria fecundada en la neurosis, la suerte del loco cuerdo.
La conexión que podemos dar a
conocer entre locura, sociedad y lenguaje es tan abultada que se podría
escribir algo más que un libro, pero para ahondar un poco más en el tema, está
Michael Foucault y su obra Historia de la
locura donde plantea que el origen de la locura radicaría en los efectos
que causa la sociedad en cada una de las personas, influencias que pueden ser
de tipo: socio-económicos, institucionales, discursos y algunas manifestaciones
con rasgos culturales. De este modo Foucault desmiente el mito de que la
demencia se origina naturalmente, al contrario, se construye socialmente y con
cada por menor que conlleva al ámbito social, incluido su modo de comunicación:
el lenguaje.
La intertextualidad en el tema de la
locura es demasiado amplia, ya que también podemos hacer la dualidad de Sartre
con El ser y la nada, donde aparece
lo moral y la parte cuerda del hombre (lo apolíneo) y por otro lado Foucault
con El discurso del loco y lo amoral
con la locura (lo dionisiaco). Lo anterior alude al nombre del texto de Chejov:
El pabellón número seis que es
paradójico en cuanto a su contenido, ya que según Ambrosio de Milán y Euclides
el seis es el número de la cordura y la armonía, siendo el contenido del relato
totalmente opuesto a ello.
Para concluir, el término locura es para denostar y apartar a gente
indeseada de la sociedad, resultado final: demencia y exilio como ocurrió con
el doctor Efímich y su adquisición de demencia al igual que sus pacientes y por
consecuencia una víctima más de lo que puede provocar la sociedad. Los locos
son aquellos que han intentado encontrar la verdad en esta sociedad y son
apartados de ella por una posible sublevación general, todo por saber qué es lo
que sucede y en qué estamos siendo afectados para que se nos tache como locos.
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