Blog creado especialmente para la publicación de textos escritos por alumnos en clases de Teoría Literaria I de Universidad de las Américas sede Santiago Centro durante el año 2013. Invito a los alumnos, independiente de su año de estudios o egreso y a cualquier persona que por "coincidencia" encuentre este blog, sentirse libres de opinar en este lugar del ciberespacio. Literatura es un campo amplio y ambiguo, por lo tanto, no existe opinión errada, solo algunas más acertadas que otras.

lunes, 13 de mayo de 2013

Hojas que envejecen con el sueño eterno de volver a florecer

Por Maira Jaramillo
Lentos días pasando, acumulándose,
¡Que lejos están,
Las cosas del pasado!
(Primavera, Yosa Buson)

Es común que los textos literarios estén abiertos a múltiples interpretaciones por parte de los lectores. Cada uno es libre de atribuirle el sentido que desee a dicho texto, siempre existirá una primera lectura, la que nos hará pensar en algo puntual sin previa información, es decir, sin nada que nos sople con respecto a lo que quiso decir el autor en dicha obra. Posteriormente, siempre vendrá una segunda, tercera, cuarta lectura del mismo texto, donde poco a poco se nos irá aclarando aún más el sentido. Enfrentada a una primera lectura del poema de Félix Rubén García Sarmiento [1], más conocido como Rubén Darío, Canción de Otoño en Primavera, incluida en su colección Cantos de vida y esperanza[2], me sentí un poco confundida, si bien intuí que su poema aludía a la juventud que ya no está, esa que se vive tan rápido que no se alcanza a disfrutar lo suficiente, encontré también elementos que no pude comprender por completo y esa es la gracia de los textos literarios, nunca podremos entenderlos totalmente.
Los autores siempre dejan algo por detrás, muchas veces no nos sentamos a entender la verdadera razón y sentido de ese texto, sino que más bien nos quedamos con lo primero que vemos y con esto no digo que estemos mal, pues la primera impresión cuenta, claro que sí, pero no lo es todo, es solo una parte de la obra , pero no la completa, como sé que la juventud en este caso es una parte de “Canción de Otoño en Primavera”, pero no lo es todo.
Rubén Darío fue el poeta más famoso de su época, en especial en Nicaragua. Es conocido también como el padre del Modernismo. Sus poemas contenían un exceso de simbolizaciones, con el fin de recuperar la musicalización y la belleza estética de la poesía. Este movimiento al que él perteneció, surgió a finales del siglo XIX, tuvo gran importancia en esa época y era totalmente opuesto al movimiento Realista. El Modernismo se inspiró en el rechazo a las normas sociales y morales, se asimilaba mucho con el Romanticismo, donde el autor buscaba expresar sus sentimientos. Tal y como lo hace Rubén Darío con “Canto de Otoño en Primavera”, en donde busca alejarse de su triste y cruel realidad, intenta retroceder el tiempo y aunque falla, por lo menos tiene el consuelo de que su juventud fue uno de sus mejores momentos. Busca crear belleza con la intención de hacer arte.
El poeta nicaragüense, una vez se refirió a su tercera gran obra diciendo: Cantos de vida y esperanza contiene las esencias sabias de mi otoño. Es esta, la obra en la cual él refleja su madurez poética desde el primer verso hasta el último. Demuestra que su concepción literaria se ha desarrollado altamente y que con el paso de los años su pensamiento ha moldeado sus ideas. Aún así, con sus cambios y desarrollos, sigue insistiendo en la aristocracia del pensamiento, en la nobleza del arte y desprecia todo aquello que no surja de lo más profundo del ser humano, está en una constante guerra contra la mediocridad del hombre que es para él una degradación de este. Darío tiene claro que su poesía es solo para unos pocos, que no será leído por las grandes masas y por lo mismo en esta gran obra hace énfasis a los temas políticos, ya que, siente una necesidad por cumplir con el pueblo.
El poeta busca la unidad en sus elementos, prioriza la forma antes del fondo, una no es sin la otra, el cómo lo dice va de la mano con lo que se dice. Por esto, Rubén Darío tiene una responsabilidad ante el lenguaje y el contenido.
Como decía Mijaíl Bajtín [3]: “Un todo es mecánico si sus elementos están unidos solamente en el espacio y en el tiempo mediante una relación externa y no están impregnados de la unidad interior del sentido. Las partes de un todo semejante, aunque estén juntas y se toquen, en sí son ajenas una a otra”[4].
Bajtín menciona las tres áreas de la cultura humana: Ciencia, Arte y Vida. El artista y el hombre se complementan en una sola personalidad, muchas veces lo hacen de manera mecánica, automática, casi por inercia, de hecho casi ingenua. Las áreas gracias a este autor real/creador, llegan a una unidad que dura extremadamente poco, ya que siempre se desintegran por causa de la responsabilidad. El hombre (autor), se aleja de la realidad para sumergirse en este lapsus de creatividad. Así lo hace Rubén Darío, quien intenta quebrar esta realidad, romper estas normas a las que jamás se ha acostumbrado y contra las cuales siempre se ha visto enfrentado. De hecho, en “Cantos de otoño en primavera”, se niega a aceptar que su juventud ya pasó y que no volverá, se empecina en crear un mundo al revés, de vuelta atrás, en retroceso, en donde él se hace responsable de cada palabra. El filósofo Bajtín añadió que el arte no se hace responsable de la vida, pues es esta última la que atiende a la existencia, por ende jamás seguirá al arte, es decir, no hay unidad, solo desintegración.
En Rubén, se logra entre ver que su vida ha sido parte de su arte, y que su arte tiene mucho que ver con su vida, existe un lazo, quizás una “responsabilidad” o tal vez una “culpa”, la primera conlleva a la segunda. El tema de su texto desarrollado en esta ocasión, es su juventud, su ilusión, sus amores y desamores, su angustia, su tristeza, en conclusión su vida misma plasmada en una creación (arte), sin nombres, sin lugares, solo una alusión a un sentir desgarrador y prisionero, resignado quizás a algo que ya fue y no volverá.
Jean Paul Sartre [5] mencionó también en su texto ¿Qué es literatura?, que el autor no debe escribir solo por escribir, sino que debe hacerlo con un sentir profundo, el autor se debe sentir comprometido con lo que está escribiendo. Rubén Darío se sentía así, de hecho reiteradas veces dijo que sentía la obligación y el compromiso colectivo de cumplir con las necesidades del pueblo, que tenía una tarea social, la cual no podía abandonar. Añade Sartre, que la literatura es un vínculo por el cual se tratan de comunicar los hombres, las palabras ya no se separan del pensamiento. Las obras de hoy, ya no serán las mismas para los hombres del mañana. ¿Qué significará para el hombre el Canto de Rubén Darío, en diez o veinte años más?, ¿será la juventud causante de tanta angustia o será solo una etapa más para los hombres?, ¿querrán florecer en primavera aquellas hojas que hoy en otoño envejecen sin remedio?
A lo largo de la literatura surge una pregunta que no es menor, ¿a dónde va la literatura?, no hay respuesta para esto, realmente no se sabe a dónde va, a dónde llegará, de ahí que surge el término Aporía, literatura sin puerto. Es entonces cuando entramos en el conflicto de la dualidad: Verdad v/s Falsedad. Será la historia la encargada de hacerse cargo de este dilema. ¿Qué va a hacer entonces verdad y qué va a hacer falso?
Mi verdad jamás será la verdad del otro, ni la falsedad del otro será mi falsedad. Siempre habrán cientos de verdades y cientos de mentiras, caemos entonces en la subjetividad, lo que yo veo blanco, otra persona lo ve negro. Ya lo dijo un día Shakespeare: “Nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira”
Martin Heidegger [6], incluye la idea de que el lenguaje es la casa del ser. Todo lo que decimos reside de nuestro pensamiento, el cual está en nuestro ser y es morada del hombre, ya que, este sin el lenguaje pierde su esencia, la forma de comunicarse con los otros. El ser se encarna en el lenguaje y se manifiesta en él. Esta casa de la que habla Heidegger, es confusa un tanto borrosa, el lenguaje siempre se verá endeble, pero siempre estará, sea de la forma que sea es nuestra casa, ahí descansa nuestro ser, ahí se sustenta nuestro ser, ahí “somos”. Es el espacio de nuestra anagnórisis, es decir, del reconocimiento de nuestra verdadera identidad, de la construcción de un yo a través del lenguaje y de un nosotros como personas. Rubén Darío, descansa su ser en su lenguaje, protege su ser con sus palabras, reconoce su identidad, conoce su “yo” interior, y a la vez construye un “nosotros” con su obra, al hablar a través del lenguaje de algo que nos compete a todos, como lo es la “juventud”.
La escritura siempre está influenciada, no existe una pureza por completo, solo mezclas, y esto se refleja plenamente en el Canto de Darío. La forma dialoga con el contenido, y no hay duda de eso, en el texto de Rubén se logra encontrar un estribillo repetido cinco veces, el cual ayuda a separar las partes y subpartes del poema. Conversa el estribillo con el verso siguiente, lo acaricia y lo aísla. La forma se hace del contenido, y el contenido adorna la forma.
Como mencioné en un comienzo, el texto siempre nos soplará un sentido de este, pero seremos perezosos (normalmente), si nos quedamos solo con eso, pues no tendremos una correcta interpretación del mensaje. No es suficiente lo literal, lo explícito, el texto es mucho más de lo que demuestra ser, de hecho es realmente lo que no muestra. ¿Qué será lo que no nos muestra Rubén Darío en su poema Canto de otoño en primavera?
Luego de leer una, dos, tres y varias veces el poema, quise sentir o más bien interpretar que la juventud no se ha perdido, sino que, se va a perder en un futuro cercano. ¿Por qué interpretar el verso: ¡Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro...y a veces lloro sin querer, como algo sucedido? ¿Alguien dijo a caso que los poemas debían ser escritos solo con lo vivido hasta ahora? El poema no solo me deja un sentimiento de angustia pensando en que el autor ya vivió su juventud y quisiera volver a ella, sino que, también me deja una enseñanza próxima, ya que, aún no pierdo mi juventud pero estoy cerca de ello, cada día soy menos joven, y cada día debo apreciarla más, porque mañana ya no estará conmigo. “Canción de Otoño”, es un lamento a priori, un terror prematuro, no solo una melancolía experimentada.
Todo texto tiene una doble naturaleza en su lenguaje, un discurso hacia el interior del texto, y otro discurso hacia el exterior. Como dijo Roland Barthes, la primera lectura es superficial, no ve la doble naturaleza del lenguaje y se va solo hacia lo explícito. Por ello, hay que tener en cuenta que debemos apuntar hacia el mecanismo bifronte, es decir, una lectura profunda, tener en cuenta la duplicidad de la obra artística. ¿Qué hay en “Cantos de otoño”?, ¿qué no hay en “Cantos de otoño”?, ¿Qué es lo real y qué es lo ficticio?
Rubén Darío, tenía un estilo muy similar al del Romanticismo, este último es una oda a los clásicos, y como ya sabemos un clásico es un inconcluso, un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir, es importante leer los clásicos, ya que son fuentes inagotables de sombras, de “lo no dicho”, a demás, la obra resiste múltiples lecturas, es inagotable. “Canto de otoño en primavera” nunca nos podrá decir completamente si apunta a la juventud perdida, o a la juventud que algún día perderemos, a los amores que no vuelven, tal vez a la importancia de la memoria, quizás al odio de los recuerdos, en fin, misterios que nunca se concluirán. Pero, esto me recuerda a lo que dijo Mario Benedetti en uno de sus poemas:

¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
¿sólo grafitti?, ¿rock?, ¿escepticismo?
también les queda no decir amén
no dejar que les maten el amor
recuperar el habla y la utopía
ser jóvenes sin prisa y con memoria
situarse en una historia que es la suya
no convertirse en viejos prematuros.
(¿Qué les queda a los jóvenes?, 1997)


Cada verso y estrofa que forma parte de “Cantos de otoño en primavera”, recorren el texto de principio a fin, en él se alojan diferentes conceptos y discursos, los cuales se ven enfrentados uno a otro sin manera de convivir en paz. La intencionalidad del autor, se ve impedida de vez en cuando por la complejidad del lenguaje. Y aunque, en otras ocasiones el lenguaje sea para digerirlo con más facilidad, la interpretación será aún peor, porque será tan obvio lo que está en el texto, que con mayor razón nos olvidaremos de lo que no está presente, es decir, de lo implícito del texto.




[1] Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío. Poeta nicaragüense. Máximo representante del modernismo literario en lengua española. Gran influencia en la poesía del siglo XX. Es llamado “Príncipe de las letras castellanas”.
[2] Rubén Darío, Cantos de vida y esperanza, los Cisnes y otros poemas, Año 1905.
[3] Mijaíl Mijáilovich Bajtín. Crítico literario, teórico y filósofo del lenguaje soviético. Nació el 17 de noviembre de 1895 en Oriol. Murió el 7 de marzo de 1975.
[4] Bajtín, Mijaíl, Arte y responsabilidad, Estética de la creación verbal Buenos Aires, Siglo XXI, 2008. 
[5] Jean-Paul Charles Aymard Sartre. Filósofo, escritor, novelista, dramaturgo, político, biógrafo y crítico literario francés, exponente del existencialismo y del marxismo humanista.
[6] Martin Heidegger. Filósofo alemán nacido en Messkirch, Alemania el 26 de septiembre de 1889. Influyó en la filosofía del existencialismo del siglo XX.

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