Blog creado especialmente para la publicación de textos escritos por alumnos en clases de Teoría Literaria I de Universidad de las Américas sede Santiago Centro durante el año 2013. Invito a los alumnos, independiente de su año de estudios o egreso y a cualquier persona que por "coincidencia" encuentre este blog, sentirse libres de opinar en este lugar del ciberespacio. Literatura es un campo amplio y ambiguo, por lo tanto, no existe opinión errada, solo algunas más acertadas que otras.

viernes, 26 de abril de 2013

Visionaros en el riesgo, el abismo y la penuria

Por Daniela Martínez

Al pensar en ¿Para qué poetas en tiempos de penuria? Es inevitable preguntarse en el tiempo que escribe Heidegger. Esta pregunta no la pude responder a ciencia cierta segura en un primer momento, suponía que se podía deber a la dificultad de su contexto, pero esto va más allá. Debemos comprender que la explicación de la estabilidad del mundo ha estado basada en la existencia de Dios hasta este momento de la historia, del mundo, hasta este tiempo. Es un tiempo de penuria el que se deja asomar cuando vemos en el texto “Pan y vino”, cómo los dioses han desaparecido, ya no está ni Hércules, Dionisio y menos aún Cristo. Tratemos de pensar qué pasaría si lo que ha sostenido la historia, el origen del mundo y la respuesta a que con la muerte se termina toda nuestra existencia desapareciera. Sé que tal vez esto en la actualidad no produzca nada, pero hay huidas que han generado grandes cambios, y ahora son los dioses quienes nos abandonaron. Un elemento importante de destacar es que el autor no nos pregunta por qué poetas en tiempos de penuria sino para qué, esto inmediatamente nos remite a una finalidad y a mi parecer es la inauguración del mundo. Heidegger propone en este tiempo de penuria un elemento que si bien oculta las señales de los dioses es el único espacio en el cual estas pueden existir. Este espacio es la oscuridad, es el ambiente en el cual los dioses entregarían señales divinas a los poetas, cuya labor es poder interpretarlas, para así hacer llegar este conocimiento al resto de la humanidad, son los encargados de inaugurar el mundo, este mundo que ya no tiene dioses.
Por ello, el tiempo de penuria se debe a la falta del desocultamiento de la esencia del dolor, la muerte y el amor. Heidegger relaciona la huida de los dioses con la perdida de la esperanza que tenemos de alcanzar lo que deseamos, la idea de tener una vida más allá de la muerte o una justificación de ella y finalmente, la ausencia de amor, porque Dios es amor, sin su presencia perdemos la posibilidad de alcanzar plenamente ese amor. Esta reflexión es lo que posibilita el acercamiento de Heidegger a la obra de Hölderlin ya que ambos piensan en la finitud de la vida y en este tema como un tiempo incierto, con un dejo de congoja, con una resignación evidente a asumir esta realidad por completo. La penuria está compuesta por un ámbito esencial que contiene dolor, muerte y amor, pero esto está oculto bajo el ámbito de esa pertenencia que es el abismo del ser. El poeta sin embargo, no huye de ese abismo sino que deja huellas que lo lleven a él, esas huellas son las palabras que solo se pueden comprender si vamos al origen desde donde han sido dichas. De esta idea se desprende que la poesía ya no puede ser concebida como una automeditación poética sino como una forma de pensar, pero esta forma está reservada para el hombre. Por ellos, podemos comparar el ser-hombre con el ser de todos los otros seres vivos a quienes Heidegger llamará criaturas. Para poder ver la diferencia es importante ver en qué son semejantes, debido a ello, diremos que son semejantes en la medida en que comparten el mismo fundamento que es la naturaleza como plena naturaleza. Una forma de clarificar esto es mediante una cita que hace el autor, a quien menciona es a Leibniz quien usa la palabra  “natura” en su sentido más amplio y en este caso significa el ser de lo ente. Esto sin embargo, no nos deja en claro a qué correspondería ese ser, pero a continuación nos dice que el ser de lo ente es la voluntad, ya que todo ente está en la voluntad. En otras palabras un ser de lo ente es voluntad siempre y cuando es algo querido que a su vez lo quiere ser. Sin embargo, no debemos entender a la naturaleza como oposición al arte sino como el fundamento para la historia, el arte y la naturaleza que se concibe bajo un sentido restringido. La naturaleza, la vida, nombran aquí al ser en el sentido de lo ente en su totalidad. No obstante, ¿cómo algo muerto puede ser? Esta pregunta que no es fácil de responder, ya que nos remite a que el ser que fundamenta lo ente lo desata y abandona en el riesgo, es lo que denominaremos auténtico riesgo, por ello diremos que todo ente es arriesgado, ya que el ser es riesgo por excelencia. El ser de lo ente es el riesgo. El riesgo reside en la voluntad, pero esta voluntad concebida como contrapartida a la voluntad en cuanto a ser de lo ente. Los animales y las criaturas se diferencian no solo en cuanto a su ser sino que también de diferente forma están desprotegidos o arrojados al abismo. Sin embargo, el riesgo no debe ser completo, en este caso, no se puede estar no protegido porque si lo estuvieran estarían abandonados y eso sería igual que no arriesgados y en todos los casos hay un nivel de riesgo, riesgo concebido como el fundamento que arriesga y lo arriesgado en la totalidad. Esto permite comprender esta idea bajo la imagen de una balanza, palabra que hasta la Edad Media significaba peligro. Entonces debemos comprender que lo arriesgado marcha junto al riesgo y este juego se sostiene bajo la idea de gravedad o inaudito centro como lo llama Rilke, cuya función es mantener las cosas unidas y agrupadas en el juego del riesgo. Este medio inaudito o centro es concebido como un eterno contrincante en el juego universal del ser. En la medida en que el riesgo arroja a lo arriesgado, también lo mantiene en la balanza. Debemos entender que no es lo mismo que la gravitación pero para efectos de poder comprender de mejor forma esta idea, es bueno entender como fuente de atracción similar a la gravitacional al riesgo, primero el riesgo arroja a lo arriesgado, pero al mismo tiempo lo mantiene en la balanza. Esta atracción que atañe a todo ente y lo mantiene dentro de ella es la percepción por excelencia, cuya definición no puede ser restringida sino que se debe concebir todo esto al mismo tiempo bajo un mismo término: la gravedad de las fuerzas puras, el centro inaudito, la pura percepción, la completa percepción, la plena naturaleza, la vida y el riesgo.
La diferencia entre las plantas, los animales y el hombre es que los primeros están incluidos en la concepción de mundo, o sea, están en el mundo, en tanto el hombre está frente al mundo. Debemos entender que lo incluido en lo abierto es atraído hacia el centro de la atracción y que ese centro es oscuro, pero oscuro entendido como sordo, este yace en la profundidad de la naturaleza, pero al mismo tiempo la naturaleza es su soporte. Todo ese conjunto de conceptos se debe considerar fuera de esta sorda oscuridad de la percepción ilimitada, pero esto solo se produce si existe una autoimposición que delimite u obligue al humano a que todo entre en su concepción de mundo y no que pase por alto su existencia. Esto permitirá a su vez que el humano con esta autoimposición, proceso que nace de la esencia oculta de la técnica, genere de forma intencional o con el fin de un mandato humano sus intereses.
Para comprender la importancia de la técnica nos situaremos en la Edad Moderna, ya que con su surgimiento es que la ciencia moderna y el Estado, agentes que son resultados de la esencia de la técnica, pero al mismos tiempo son su consecuencia permiten su existencia. La existencia de la técnica sin embargo, es la muerte de todo lo vivo, para llevarla a cabo es necesario estandarizar elementos que no son cuantificables, lo observable se denominará como objeto y el observador como sujeto. Sin embargo, el hombre no fue capaz de advertir que la técnica superó su existencia y ya no es el hombre quien la domina sino que ella domina nuestra existencia. Nos hemos convertido en el objeto, en los funcionarios de la técnica, no somos quienes la manejamos sino que trabajamos en función de ella y por lo mismo justificamos su existencia. Cuando llegamos a este punto es imposible no pensar que los tiempos de penuria no pasaron, los tiempos de penuria son y serán y los poetas tienen la finalidad de salvarnos aunque ilógicamente deberán protegernos de nosotros mismos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario