Por
Francisco Jiménez
Dios se muestra en el ser de todo
cuanto es, LA LUZ DEL SER, se
manifiesta como condición de
posibilidad para llegar a ser auténtico sujeto.
Joaquín
Silva.
Dios en el pensamiento de M. Heidegger1.
El
ambiente carnavalesco es una
característica que perdura desde los tiempos de los griegos y sigue en la
palestra con las fiestas nocturnas de todas aquellas personas que llevan ese
tipo de vida ligada a Dionisio, el Dios de esta forma de alegría nocturna; y ¿por
qué alegría?. Todo por la razón de sentirse en plena juventud por siempre, el
vigor de la supremacía de quienes se rigen ante la ayuda del amparo de
Dionisius, que es manifestada a través de estos verdaderos carnavales de gozo
eterno. Una copia de las extravagantes y desmesuradas fiestas vividas por los
mismos dioses del gran Monte Olimpo.
Cuando
hablamos de la noche se nos viene a la cabeza, la oscuridad, la barbarie, la
permanente amenaza de que nos suceda algo, el terror de no poder vislumbrar
correctamente así como en el día; esta es una característica antigua que se
hace presente hoy. Pero remontémonos unos siglos atrás, donde la llegada de la
noche era una forma de volver a nacer, el culto al dios del vino y las fiestas
era lo que reinaba en aquel entonces y para hacer más venidera la fiesta,
abundaba de principio a fin la bebida y luego la embriaguez, que era
representada como el éter de los
dioses o el vino para nosotros; que según quienes gozaban de él, lograban la
alegría plena para sortear el tiempo que permanecían en el carnaval de la Magna
Grecia. Al beber de este éter (vino), los hombres creían convertirse en
semidioses y así conseguir algo más que una buena estancia terrenal: la juventud eterna, tan ansiada por
tantos siglos y por muchos. Bebiendo de este néctar supremo, lograban encender
la incandescente llama de la vida, que llamaba a cambiar los temores nocturnos
por la viveza del día.
Aquellas
personas que viven la intensidad de lo carnavalesco, las actuales, son los
poetas que iluminan nuestro pensar, nuestras vidas y nos sacan de lo común
hacia un mundo en el cual logremos adentrarnos a vivir una suerte de fiesta
griega, donde las palabras que leemos son el verdadero éter de los dioses, el
vino que nos llena de juventud y sacia nuestra sed de haber pertenecido alguna
vez a esa esplendorosa cultura griega (una representación). Quienes nos
transmiten eso son los propios poetas, que en el lenguaje poético de Pan y vino son los sacerdotes sagrados del dios del vino
que nos dan a probar por medio del lenguaje su brebaje (poemas).
La
noche es un problema que nos llama a meditar, a meditar la carencia de luz, a
suplir de alguna forma esta falta de…, esto nos lleva a la presencia del abismo
que surge por la falta de la luz y por consiguiente pasamos a una suerte de
carencia de Dios, donde se nos desmorona la cuidad
de lo espiritual, es un miedo que se da de forma inminente, más bien es
algo que nos hace falta para poder vivir. Cuando un poeta recién comienza a
escribir, entramos en la creación de este éter que nos hará volver desde el
tártaro en el que caemos cuando desaparece la presencia de los dioses (para
Grecia), de Dios (para nosotros). Al cabo de tener ya formado un corpus, o
cuando obtienen la mayoría de los ingredientes para formar el néctar de la vida
de la juventud eterna; es aquí donde nos toca el pensamiento, la introspección
filosófica.
¿Acaso
el hombre alguna vez no se ha preguntado, no se ha cuestionado acerca de su
existencia, no se da cuenta de que realmente falta algo para complementar su
vida?. La carencia principal del hombre es creer que Dios lo ha abandonado, él
sin Dios es solo un ente (una cosa
insignificante, sin sentido); es un objeto que vaga por el mundo sin dirección
ni rumbo fijo, de aquí nace la interrogante de su existencia, pues entra en un estado
de éxtasis en el cual no diferencia realidad con cualquier otro tipo de mundo
en el cual él crea que está inmerso. La duda que se puede plantear el hombre es
innata, por naturaleza habrá un instante en la vida en la que dude de su
existencia, donde sepa que falta un algo, un complemento para ser un todo.
Diferente
es el estado en el cual ya se puede observar un cambio, el que es realizado por
la entrega del éter de la vida, un poema ya terminado, donde el hombre alcanza
su verdadera esencia, se logra conectar y puede verificar que ya tiene propio
sentido de existencia; cuando alcanza esto ya puede recibir el nombre de ser, que es el propio lenguaje hecho carne, por medio de él mismo ya se
puede entregar un verdadero y propio significado personal: el hombre es lenguaje per se.
La
presencia de divinidades hace que el hombre vacile en cuanto a su existencia,
pues sin ellas va y viene desde el cielo, donde están los dioses, hasta el
Tártaro, donde se encuentra el Hades; es decir un limbo en donde se juega la
vida y la muerte. Es un círculo vicioso que hace plantearse constantemente la
interrogante de la propia existencia humana, el poeta dice que la totalidad de la figura humana es el
conjunto de ser y ente.
El
ser complementa la idea de ente ya que para alcanzar la categoría de ser, se
necesita esa parte que todo lo duda, que se rige de interrogantes que hagan
meditar y alcanzar la respuesta necesaria para no seguir dándole vueltas al
tema. Por otra parte el ente también complementa al ser, ya que el ser es la
parte cuerda de la persona y el ente es como la
parte vacilante de ella; al momento de la unión, cuando se produce el
contacto con la bebida de la vida de la juventud eterna, que además sirve como
pegamento para la unión de las apartes en cuestión, se forma el SER completo y complementado.
Según
Heidegger, Rilke es el verdadero complemento que se da para entender la
interrogante ¿para qué poetas en tiempos de penuria?, debido a que él es quien
da cabida a la verdadera respuesta poética, es decir encontró la clave para
saber que los tiempos de penurias son aquellas etapas de vacilación en la que se
pueden ver envueltas las personas y los mismos poetas, cuando no encuentran el
rumbo correcto de sus dichos. La poesía de Rilke es la respuesta a todo tipo de
vacilaciones, de contrapiés que existan, así como la palabra abismo en la que
literalmente uno vacila cuando está falto de algo, donde ese algo puede
convertirse en la pieza del rompecabezas que jamás será encontrada, es decir,
si no bebemos del elíxir que nos salvará, las propias palabras de los poetas,
podemos sucumbir ante la posibilidad de encontrarnos en un camino errado de la
vida y caer al vacío que nos espera en la parte culmine del abismo.
El
tipo de abismo en el que podemos estar sometidos es al que se manifiesta de
forma literal en los significados de la palabra: falta o ausencia de
fundamentos. Todo lo anterior se puede resumir en la inmanente falta de ese
complemento que nos hace pensar y creer en la existencia de lo divino y que eso
divino nos ayudara en nuestro caminar por la vida y así salir de ese mundo que
nos rodea de oscuridad, oscuridad que nos envuelve en pensamiento de la misma
naturaleza; pero debemos pensar que en el camino de la vida nos espera un poeta
que nos dará el brebaje con el que razonaremos y permaneceremos centrados y
cuerdos en un mundo que ya no será de vacilaciones y abismos.
La
voz y sonoridad de Orfeo, el vino y fiestas de Dionisio, la calma y orden de
Apolo es el verbo hecho carne de los poetas, que nos transmiten ese
complemento, esa pieza de rompecabezas perdida, que por medio de sus palabras
será encontrada. Después de esto tendremos más a la mano lo terrenal, el
tártaro se nos alejará y el cielo se nos hará más cercano y venidero.
____________________________________________
1
Joaquín
Silva. Dios en el pensamiento de M. Heidegger. La interpretación de Welte,
Teología y Vida, vol. XLIX, núm. 3, 2008, pp. 339-351, Pontificia Universidad
Católica de Chile, Chile.
No hay comentarios:
Publicar un comentario